lunes, 11 de junio de 2007

De Baños de la Encina a Bailén


Para entrar a Bailén, si se rueda por la Autovía viniendo de donde venimos, hay que prestar atención al vomitorio de Jaén-Granada-Málaga o nos encontraremos la bendición de la Virgen de Zocueca, patrona de la ciudad, camino ya de Andújar. Hallado el desvío, basta seguir el palio turbio del gasóleo con el cual se cubren los alfares, hornos donde transforman los cerros en ladrillos que, embutidos en plástico, esperarán para fecundar posibles cooperativas de viviendas populares. Nosotros, y perdón por el exabrupto, pensamos que la excavación arcillosa es un atentado contra el acervo geológico del período Terciario. Bajo el dosel oscuro y por el atajo de los hostales desahuciados por la Autovía, aunque sorprendentemente perviven los concesionarios de automóviles y talleres mecánicos, encontraremos el proyecto de la autovía Bailén-Motril, ahora buscando pasillos y peraltes como Dios manda entre los girasoles. Bailén fundada por el rey Egicar en 729, según don Francisco de Paula Mellado y añade: «El nombre de esta villa, célebre ya en lo antiguo, ha llegado a ser europeo en el día de hoy». El señor Mellado escribía en 1840, lo que le hace contemporáneo del general Castaños y del mariscal Dupont, incluso recuerda el calor sofocante de aquel 19 de julio de 1808, más angustioso para las tropas francesas porque luchaban con uniformes de franela. Para Dumas Bailén fue una encerrona de los famosos bandoleros andaluces y para Gautier, que vio una palmera en algún lado, una cabila de tuaregs con sus dromedarios. Otro viajero, igualmente galo, asegura que Bailén es una población hermosa.

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