martes, 5 de junio de 2007

De Loja a Granada


Irving llegó por el camino de los ejércitos cristianos de mil cuatrocientos noventa y algo; pero era el mismo camino de la otra llegada de literatos y hombres de letras que acompañaron hasta la Alhambra al emperador Carlos v y a Isabel de Portugal, que venían tras haberse casado en Sevilla. El emperador que construyó el palacio en el que se alojaría el escritor norteamericano. Y desde sus habitaciones bajaría a trabajar en la biblioteca de la Universidad y en la privada del duque de Gor: amistades de Irving con su guía Mateo y con el conde de Luque y con el duque de Gor... y con la tía Antonia, su hospedera, y con aquel moro que vendía ruibarbo y quincalla en el Albaicin. Por las tardes, Irving nada en la gran alberca del patio de los Arrayanes y allí conoce a la que llegaría a ser emperatriz de Francia. Compostela, arriba, al final del camino francés; Granada, abajo, como meta de la ruta de Washington Irvin.

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