viernes, 8 de junio de 2007

Navas de Tolosa


Por Sierra Morena, donde la calzada romana inicia el declive hacia el Saltus Castulonensis, entre arcaicas llagas de la minería y olvidados talleres de exvotos ibéricos, hay un llanete repetido al que llaman Las Navas, escenario que fue de la batalla de Alacab (en castellano) o de Ins al-Iqab (en árabe), librada el lunes 15 de Safer del año 609 de la Hégira, el 1212 de la Era Cristiana. En esas tierras montoneras, cercadas por el aroma hidroterápico de los alisios y recosidas en hilván por las jaras, plaza mayor durante siglos de los salteadores de caminos, en esas tierras, digo, basta remover el suelo para cosechar a manos llenas puntas en hierro fundido y otras en hierro majado en frío, unas corroídas por la hemoglobina heroica y todas patinadas por el relente secular.

Tantísimo derroche de saetas pertenece al escombro ferretero, marcial decían los antiguos, de la citada batalla de Alacab, el ferocísimo encuentro entre Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón, Sancho VII el Fuerte de Navarra, más los cruzados de allende el Pirineo, y las huestes del emir Muhammad ben Yacub al-Nasir, integradas por voluntarios andaluces, tropas almohades y guerrilleros berberíes. Se juntaron muchos de uno y otro lado religioso, tantos, escribe un cronista musulmán, que parecían desmesurados enjambres de langostas. Así debió ser, pues el inventario histórico estima el ejército de la cruz en 60.000 castellano/aragoneses y 200 caballeros navarros, más los misioneros europeos del sable, y la milicia de la media luna en 100.000 individuos, gran número de ellos importados de Marruecos y aparcados en Tarifa a la espera de un enfrentamiento decisivo para los almohades, como ya ocurriera en Alarcos (1195). Un observador almohade resume la lucha en dos frases: «la matanza de muslimes duró hasta entrada la noche y los cristianos no dejaron uno vivo de tantos millares» «Fue una carnicería de infieles», testifica el trovador aragonés. Un año más tarde (1213) y en Marraquech, muere Muhammad ben Yacub al-Nasir de diversos diagnósticos: de tristeza por la derrota en Sierra Morena; de placer rijoso elevado a estragamiento; de poción inficionada que le dieron de beber y, lo más seguro, de mordedura de perro. Con al-Nasir desaparece el imperio almohade.

Bien, partimos de las Navas de Tolosa. Antes, y perdón por el anticipo, quiero recordar la fecha de la batalla de Alarcos, la gran victoria de los almohades sobre los cristianos. Ocurrió el sábado 5 de Xaban del 591 de la Hégira (el 1195 de nuestra era). En ese año, el miércoles 9 de Xaban, cuatro días después del desastre castellano en Alarcos, nace en Arjona, actual provincia de Jaén, Muhammad Ibn Yusuf Alhamar, fundador de la dinastía nazarí y creador del Reino de Granada, ejemplo último y magnífico de la cultura arábigo andaluza. Dicho lo cual, nos ponemos en camino.

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