jueves, 30 de agosto de 2007

Cuéntalo, Antonio


Cuenta lo que fuiste. Cuéntalo por ahí arriba, pausado, tranquilo, que ahora el tiempo te sobra. Cuéntalo con gracia, hablando bien, que tú sabías.

Cuenta la historia del niño de Nervión. Seguro que no se la saben. La del niño que a trescientos metros de su estadio pateaba un balón por la calle soñando con ser jugador de fútbol, de tu equipo. Nada más. Y nada menos. Cuéntales que lo cumpliste. Con creces, además. Cuenta tus años en el filial. O tu debut en Málaga. O lo de la selección de tu país. Y ronea. Presume mucho, claro que sí. Llegaste tan pronto a ser tan bueno que en cuanto pisaste firme, el mánager general del equipo de ahí arriba te fichó para el lateral izquierdo. Pagó la cláusula que más duele y te llevó a su equipo. Titular todos los partidos, por descontado. Cuéntales todas las pequeñas historias, aventuras, batallas. O las grandes, las de las noches sin dormir.

Cuenta que un 27 de Abril cambiaste la historia. A ver cuantos, por ahí arriba, pueden decir eso. Seguro que muy pocos. Tú, solo tú y tu pierna izquierda, nos cambiasteis el gesto. Nos implantasteis una sonrisa que parecía olvidaba, y que aún nos dura. O nos duraba. Cuenta que cambiaste la historia particular, la de cada casa. La de abuelo, padre e hijo. La más importante de las historias, la de la gente de a pie. Cuenta que tu nombre, para nosotros, era sinónimo de felicidad. Repito, a ver cuantos pueden decir eso. Cuenta que esa noche, gracias a tí, aprendimos a echarnos a la calle. Y fue tanto el gusto que le cogimos al asunto, que aún no hemos parado. Incluso, cuando llegó el final, solo supimos hacer lo que nos habías enseñado. Salir a la calle.

Cuenta que nos hiciste llorar, muchas noches de alegría y las últimas, de la más amarga de las tristezas. Cuenta lo de las noches sin dormir. Lo de ir al trabajo, al colegio, directamente de la fiesta, o del duelo. Cuenta lo de la espera y los cánticos por ti y tus compañeros y cuenta lo del velatorio en nuestro templo, con silencio y ovaciones.

Cuéntaselo todo, que seguro que les dejas embobados. Cuenta, futbolista. Con planta de torero y cara de mosquetero, sí. Pero futbolista. Y de los buenos, de los que gustan por aquí. De los de las cuatro patas de la mesa. Potencia física, regates imposibles. Cojones e inteligencia. Que este año ibas a ser uno de los capitanes, y eso no lo consigue cualquiera.

Cuenta también lo de las casualidades. Lo de los caprichos del calendario. Cuenta que un 25 de Agosto de 2006, a eso de las diez y media de la noche, tumbabas a medio Barcelona en Mónaco. Y levantabas a media Sevilla, a media España, a media Europa. Cuenta que un 25 de Agosto de 2007, a eso de las diez y media de la noche, la muerte te clavaba un puñal en forma de paro cardíaco. Delante de tu gente. Cuenta que no caíste en el campo, que te levantaste y saliste de tu casa por tu propio pie. Como salen los toreros con cara de mosqueteros.

Cuéntales a los de ahí arriba, aunque eso lo mismo no lo entienden, lo de la unión. Lo que has logrado, muy a nuestro pesar. Lo de las lágrimas rojas y verdes. Blancas las dos. Para los que sabemos de qué va esto, casi nada, amigo. Intenta explicárselo, pero sé que es jodido.

Cuenta todo eso y mucho más. Cuenta la historia del niño de Nervión, pero no te pases todo el día hablando, que tengo contactos en el equipo de por ahí arriba y me han dicho que el extremo derecho se ha enterado de tu fichaje y te quiere formar un lío en el próximo partido. Sería el primero.

Cuenta la historia muchas veces, que nosotros lo haremos aquí, de generación en generación. Saluda a quien ya sabes. Y si alguno de por ahí arriba se muestra escéptico, dile que mire abajo. Al puntito en el mapa donde pone Sevilla. Cuéntale que se ha inundado. Y no, el Guadalquivir sigue como siempre, aunque ganas de desbordarse, o de secarse, no le faltan. Cuéntale que el agua es salada.

Cuéntales a todos, mirándoles a los ojos, que ya estás allí. Que se ha ido tu persona, pero acaba de llegar tu leyenda. Y las leyendas no se olvidan nunca, siempre permanecen en el oído y la vista de todos. Por eso son leyendas. Por eso tú que ya eres mito, eres y serás leyenda.

Por si acaso alguien no se ha enterado, cuenta lo que fuiste, Antonio Puerta.

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