miércoles, 28 de marzo de 2007

La Catedral de Sevilla recuerda su historia y se renueva en su quinto centenario


La Catedral de Sevilla ha conmemorado su quinto centenario con obras, pues la efeméride coincide con un periodo de ebullición en el templo, que se encuentra inmerso en la restauración de su fachada occidental y de la Puerta de Campanillas.

La historia de esta catedral, en permanente estado de obras, está siendo estudiada estos días en un simposio llamado "La Piedra Postrera" que analiza sus avatares y los personajes que fueron clave para la construcción de la que algunos han dado en llamar, por sus dimensiones, como la "montaña hueca".

El sábado 10 de octubre de 1506, entre las 11 y las 12 de la mañana, el tercer duque de Medina Sidonia y el marqués de Tarifa subieron a lo más alto de la bóveda de la Magna Hispalensis junto al entonces deán y a un canónigo para colocar la clave del cimborrio, un enorme canto que fue bautizado como "la piedra postrera" porque con ella se dio por terminada la obra del templo.
Pero la culminación de la obra no pudo celebrarse porque el rey Felipe el Hermoso había muerto apenas 15 días antes.

Las obras, según explica el maestro mayor de la catedral, Alfonso Jiménez, habían empezado más de setenta años antes, en 1434, sobre el lugar que ocupaba la sala de oración de la antigua mezquita, que fue consagrada como catedral por los cristianos en las Navidades de 1248.
El proceso de construcción fue "extraordinariamente rápido" para la época, según Jiménez, lo que demuestra la enorme "capacidad económica, humana y organizativa que tenía Sevilla antes del Descubrimiento de América".

Las piedras para la construcción del edificio se hicieron traer en navíos descritos como carracones desde las canteras de la Sierra de San Cristóbal, en El Puerto de Santa María (Cádiz). En el Puerto de Sevilla se construyó un muelle y una grúa, que después se aprovecharon con la llegada de mercancías de las Indias, exclusivamente para transportar los cantos.

Financiada desde Roma
La obra se financió con las indulgencias que Roma le dedicó específicamente, con limosnas y con aportaciones de parroquias, y sólo al final del proceso hicieron donaciones los nobles.

No fueron muchos los obreros muertos durante la construcción de la Catedral de Sevilla; de hecho, según Alfonso Jiménez, hubo más fallecimientos causados por peleas que los que ahora se conocerían como accidentes laborales. Hasta el punto de que un futuro maestro mayor del templo, Diego de Riaño, sufrió en sus carnes el destierro tras matar de un martillazo a un compañero de fatigas.

El número de profesionales que pudo trabajar en la Catedral "rarísimas veces" subió de 30 o bajó de ocho, según su conservador, que destacó que muchos voluntarios, unos 80 como media durante toda la obra, colaboraban durante unas semanas en la construcción del templo porque así se les "perdonaban los pecados".

Aunque los hombres de la época consideraron el templo acabado en 1506, eso no debe ser cierto porque durante unos años más se mantuvieron constantes las aportaciones para obras, además de que la propia piedra postrera cayó, junto al resto del cimborrio, en 1511.

Sucesivas ampliaciones
El conjunto de la Catedral de Sevilla mide dos hectáreas y ha sido sometido durante la historia a sucesivas ampliaciones, como la construcción de la Capilla del Sagrario o la culminación de la zona que mira hacia el Archivo de Indias, que terminó hace menos de un siglo, en 1929.
Este templo gótico tuvo una larga influencia, "reflejo de la importancia que tuvo la ciudad", ya que su influjo directo se observa en la nueva Catedral de Salamanca, en la Catedral de Segovia y en la de México, mientras que tienen rasgos similares a la hispalense los templos de Jaén y Astorga y los mexicanos de Guadalajara y Puebla.

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