Esta norma puede leerse todavía bajo la Cruz de los Polaineros, en el exterior de la Iglesia del Salvador, lugar tan concurrido antiguamente que nadie podía decir que no la hubiese leído.
Cuenta la leyenda, que en una taberna de la calle Hombre de Piedra, se encontraba un conocido delincuente apodado Mateo el Rubio junto con unos amigos, cuando comenzaron a oírse las campanillas que precedían al Santísimo Sacramento. Cuando el sacerdote llegó a la altura de la taberna, todos se arrodillaron excepto Mateo, diciendo que eso era sólo cosa de mujeres, quedando entonces petrificado por la acción de un rayo, el cual le hundió en la tierra las rodillas que no quiso doblar y en donde todavía hoy puede vérsele.
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