
Montaron en un coche de caballos y durante varuas horas estuvieron caminando, hasta que se detuvieron en una casa. Una vez dentro de la misma, le quitaron la venda y vio a una mujer atada en una silla e inconsciente. El trabajo consistía en levantar un tabique tapando la alacena donde se encontraba la mujer. En ese mismo instante, sonó una campanada de un reloj de la calle, no sabiendo si eran los cuartos o era la una. Finalizado el trabajo, le volvieron a tapar los ojos, y mientras lo llevaban al coche, pudo oír de nuevo otra campanada del reloj, con lo que supo que era la una y cuarto. Una vez le dejaron en su casa, el obrero corrió a la policía a contar los hechos, para localizar a la mujer antes de que falleciese. Tras relatar varias veces los hechos, la policía comprendió que la casa estaba en el barrio de San Lorenzo, puesto que era el único lugar donde sonaban los cuartos a esa hora, y que en verdad le habían tenido dando vueltas durante varias horas, para creer que estaba más lejos. Descubierto este dato, no tardaron en dar con la casa del asesino, pues no había muchas por la zona, que tuviesen sótano, y la mujer fue salvada. Gracias a la descripción que la mujer dio a la policía, el caballero fue detenido.
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