miércoles, 27 de junio de 2007

Córdoba III: El Palacio de Madinat al-Zahra


Pero el abandono de la ciudad es urgente y tiene un sentido. El Califato se derrumba y el viajero no querrá estar presente en el saqueo de la ciudad, aunque sólo sea por no ver cómo la incivilizada guardia beréber asalta y destruye el irrepetible palacio de Madinat al-Zahra. Corren tiempos inseguros para cualquiera que no esté muy fuerte en los ritos coránicos y nuestro viajero no se encuentra ciertamente en ellos. Desorientado, saldrá por cualquiera de las puertas que ya no existen y se situará contra el sol poniente que afila y enrojece a lo lejos las torres del castillo de Almodóvar. Él tirará por el lado contrario. Tomará la ruta de Granada porque gracias a la Historia sabe que este reino y ciudad serán los que mantendrán más tiempo la singularidad mahometana que ahora le interesa visitar. Acuciado por una peregrinación de la que sabe que no saldrá inmune, emprende el camino del sureste, bordeará el río Guadajoz y tras pasar por el actual monasterio de San Jerónimo llegará a Torres Cabrera, donde las recientes ruinas le facilitan la reconstrucción del conjunto señorial que se mantuvo en pie hasta hace muy pocos años.

Tiene suerte nuestro viajero. Por media docena o así de siglos no se ve ahora inmerso en las caravanas de huidos que bajarían con él ante el avance de los bien pertrechados y organizados guerreros del norte. Por ese mismo desajuste temporal tampoco se cruza con los imesebelen, los voluntarios de la fe que marchan en dirección contraria para encontrar una muerte inútil junto a los muros de la capital exhausta.

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