domingo, 1 de julio de 2007

De Baena a las Sierras Subbéticas


No sabemos si nuestro viajero gusta de los largos paseos al aire libre. Si es así, es seguro que llevará en el maletero de su vehículo un bastón, más o menos de monte, y sus botas, colocadas en su persona o en una bolsa junto a la rueda de repuesto. Si es así estará en la obligación –bajo pena de pecado mortal si desobedeciere– de poner el intermitente de la derecha y desviarse en esa dirección hacia lo que ahora llaman Parque Natural de las Sierras Subbéticas, que de tal forma se conoce el conjunto que forman la Sierra de Cabra, Sierra Alcaide, Sierra Gaena, Sierra Horconera y la Sierra de Rute.

Podrá darse allí el lujo de hacerse el perdidizo para reencontrar el camino a pocos carriles más allá. Se internará –a pie o en bicicleta, y no tanto en coche– por vaguadas y altiplanos calizos rodeados por alturas de hasta mil quinientos metros, en una topografía accidentada que arrisca las cimas y abarranca los valles. Si lleva los imprescindibles prismáticos campestres, sabe algo de pájaros, es paciente, puede colocarse en un buen sitio, no hace ruido, es la estación propicia y tiene suerte, verá algunas aves interesantes y quizá algún águila, la perdicera o la calzada. Dicen también que por allí las hay reales. Quienes esto escriben han visto cagarrutas que les han afirmado son de cabra hispánica. Y si a nuestro viajero le toca la primitiva visual, podrá en cualquier amanecer u ocaso catar la flecha del halcón peregrino o del –no nos resistimos a la belleza del latín– accipiter gentilis: azor, para los íntimos.

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