sábado, 11 de agosto de 2007

Almanzor


Muḥammad ibn 'Abd-Allah ibn Abū ʿĀmir (en árabe, أبو عامر محمد بن عبد), llamado Al-Manṣūr (المنصور), el Victorioso, más conocido como Almanzor, caudillo militar y político del Califato de Córdoba y valido de Hisham II (c. 938 - Medinaceli 11 de agosto de 1002).

Se desconoce la fecha y el lugar de nacimiento exactos. Vino al mundo en el seno de una familia terrateniente árabe de origen yemení establecida desde la conquista de la Hispania visigoda. Tras la toma de la antigua ciudad de Carteia, Tariq recompensó al fundador del clan amirí con el territorio de «Turrush», en la cora de Algeciras. Tradicionalmente se ha confundido el solar de la familia de Almanzor con Torrox, por confusión toponímica.

Algunos amiríes ocuparon las funciones de cadí y de juristas relacionados con los yemeníes ma'afir. A su padre, Abd Allah, se le describe como un hombre piadoso, bondadoso y ascético, que murió en Trípoli cuando regresaba de su pereginación a La Meca. Su abuelo materno se destacó en el reinado de Abderramán III como médico y ministro del Califa.

Muy joven, Muḥammad ibn Abū ʿĀmir se trasladó a Córdoba, donde acabó sus estudios de Derecho y de Letras bajo la tutela de sus tíos. Después de ocupar un modesto puesto de memorialista en la Mezquita de Córdoba, el joven pronto destacó por sus cualidades, e inició su fulgurante carrera política como escribano de la sala de audiencias del cadí jefe de la capital, Muhammad ibn al-Salim. Pronto llamó la atención del taimado visir Yafar al-Mushafi, amo de la administración civil, que le introduciría en la Corte califal.

"Consideremos, en apoyo de lo dicho, el caso de Al-Manṣūr ibn Abū ʿĀmir. A pesar de su condición modesta, al comienzo de su carrera; de que no pertenecía a la familia real, lo que le hubiera procurado el poder por herencia; pese también a los pocos recursos materiales de que disponía, logró alcanzar una situación extraordinaria gracias a su astucia y a sus dotes para embaucar al populacho, ayudado por su buena estrella, que fue la causa más determinante de su encumbramiento. Un especialista en astrología me ha riferido que el hombre cuyo horoscopo reúne, entre los signos del Zodiaco, los de Piscis y Sagitario está especialmente predestinado para alcanzar el poder temporal o para la esterilidad (...) En sus días el Islam alcanzó el apogeo de su gloria en al-Andalus, mientras los cristianos llegaban al colmo de la humillación."
(Extracto de las Memorias de Abd Allah, último rey zirí de Granada.).

En 967 se convirtió en intendente del príncipe Abderramán, hijo y heredero del califa Alhakén II y de su favorita, la vascona Subh, con la cual estableció una relación privilegiada sumamente beneficiosa para su carrera. Convertido en director de la ceca, en 968 fue nombrado tesorero del califa; al año siguiente, fue promovido a cadí de Sevilla y de Niebla y en 970, a la muerte del príncipe Abderramán, pasa a ser el administrador del joven heredero, Hisham. Comenzó a llenar sus bolsillos con el dinero de las arcas reales, siendo acusado de malversación. Sin embargo, gracias a sus contactos, fue capaz de maquillar las cuentas y salir no ya impune, sino beneficiado del proceso. Almanzor recibe una disculpa oficial y obtiene el cargo de la shurta media (policía).

Convertido ya en uno de los personajes más importantes del Califato, se hizo construir un suntuoso palacio en Al-Rusafa, a una legua al Norte de la capital. Poco después se convirtió en gran cadí de las posesiones omeyas en el Magreb, lo que le permitió establecer estrechas relaciones con los jefes bereberes.

El fallecimiento del califa Alhakén II en 976 inauguró un nuevo periodo en la carrera política de Almanzor. Al-Andalus atravesaba en aquel momento una grave crisis de sucesión, porque el sucesor designado, Hisham, nacido en 965, era demasiado joven para reinar. Ante esta situación el entorno del difunto se dividió. Había quienes eran partidarios de designar un regente, al-Mushafi, mientras que otros preferían dar el título califal al hermano del difunto, al-Mughira. Sintiendo que esta designación entrañaría el final de su carrera política, Al-Mushafi decidió asesinar a al-Mughira, y para realizar tan vil trabajo escogió al ambicioso y carente de escrúpulos Almanzor.

Éste rodeó el palacete de al-Mughira con un destacamento de cien soldados de origen eslavo, irrumpió en él y notificó al infante la muerte del Califa y la entronización de Hisam II. El joven quedó aterrado y manifestó lealtad y obediencia a su sobrino. Entonces, ante las dudas de Almanzor, al-Mushafi exigió el cumplimiento de lo acordado, con lo que el desgraciado al-Mughira fue estrangulado delante de sus mujeres y colgado de una viga de la techumbre, como si se hubiera suicidado. Como jefe de la policía, Almanzor se apresuró a ocultar el crimen y ordenó que su víctima fuera enterrada allí mismo.

Hisham II se convirtió fue investido califa la mañana del lunes 4 de safar de 366 H (2 de octubre de 976) con el título de al-Mu'yyad bi-llah, es decir, el que recibe la asistencia victoriosa de Dios. Se encargó de tomar el juramento de fidelidad a la gente, delante del nuevo califa, su tutor, Jefe de la Policía Media, de la Ceca y de Herencias Vacantes, el omnipotente y omipresente Muḥammad ibn Abū ʿĀmir. Seis días después de su investidura, el 8 de octubre de 976, Hisham nombró hayib o primer ministro a al-Mushafi y visir y delegado del hayib a Almanzor, que tenía entonces 36 años.

Sin embargo, al poco tiempo las relaciones entre los dos se deterioraron y para hacerse con nuevos aliados Ibn Abi Amir utilizó numerosas estratagemas. Se propuso hacerse con el control del ejéricto, y para ello no dudó en ganarse al generalísimo Galib, el poderoso gobernador de la Marca Media. Participó en varias campañas para granjearse el favor de los militares y se casó con Asma, la hija de Galib. Se atrajo la simpatía de la población al reinstaurar el orden en Córdoba y multiplicó sus gestos piadosos para ganarse a los fuqaha (jueces) malikíes: así, censuró la biblioteca del califa y ordenó destruir las obras de filosofía y astronomía juzgadas incompatibles con la ortodoxia sunní. En este mismo sentido, copió el Corán con su propia mano e hizo ampliar la mezquita de Córdoba algunos años más tarde, en 987.

Esta política demagógica y populista le permitió hacerse con nuevos apoyos y pretender un auténtico golpe de Estado. En 978 expulsó a al-Mushafi y se convirtió en hayib. Al año siguiente salvó al príncipe de un complot y desde ese instante empezó a aparecer como el salvador de la dinastía y protector del Califa. Con este título trasladó la Administración a Madina al-Zahira, su residencia personal, cuya construcción comenzó en 979 y duró dos años. En 981 el joven califa delegó sus poderes en Almanzor, el cual recluyó a su señor en la jaula dorada de Medina Azahara. Esta política fue vivamente combatida por su suegro Galib, pero este último terminó derrotado y muerto en la Batalla de Torre Vicente, no lejos de Atienza. A pesar de su parentesco, Almanzor no dudó en acabar con el prestigioso militar para allanar el camino que le conduciría al poder, y no se privó de enviarle a su esposa Asma la cabeza de su infortunado padre.

Muhammad ibn Abū ʿĀmir adoptó entonces el título honorífico (laqb) de Al-Mansur y comenzó a reinar como verdadero dueño y señor de al-Andalus. Contrariamente a una opinión extendida, ni él ni sus sucesores llevaron el laqb incluyendo la palabra Alá, sin duda por prudencia, para evitar atribuirse un nombre honorífico propio de los califas.

Desde entonces sus expediciones asentarán su poder por encima del califa, al que dominará, y hará temblar a los reinos cristianos. Nada menos que 52 campañas realizó Almanzor entre los años 978 y 1001.

Sus campañas militares, durante los últimos años del siglo X, afectaron tanto al norte de África como a todo el norte de España:

* 981 - Zamora
* 985 - Barcelona
* 987 - Coimbra
* 988 - Sahagún y Eslonza
* 997 - Santiago de Compostela
* 999 - Pamplona
* 1002 - San Millán de la Cogolla

En el verano de 997, asoló Santiago de Compostela, después de que el obispo Pedro de Mendoza evacuara la ciudad. Quemó el templo prerrománico dedicado a Santiago, respetando su sepulcro. Esto permitió la continuidad del Camino de Santiago. La leyenda cuenta que los prisioneros cristianos cargaron con las campanas del templo de Santiago hasta Córdoba, y que al parecer, hicieron el camino de regreso dos siglos y medio más tarde, por prisioneros musulmanes cuando las recuperó para la cristiandad Fernando III, el Santo.

Perdió la vida por las heridas sufridas en la batalla de Calatañazor - Soria -- Calat en Nossor-- (julio de 1002), muriendo a los 73 años probablemente en agosto de 1002 en Al-Andalus; se desconoce en qué lugar, ya que sus datos biográficos se diluyen entre lo histórico y lo legendario. El lugar más probable del óbito es Medinaceli - Soria -- Madinat al Salim --. La Crónica Silense sentencia:

Pero, al fin, la divina piedad se compadeció de tanta ruina y permitió alzar cabeza a los cristianos, pues pasados doce años Almanzor fue muerto en la gran ciudad de Medinaceli, y el demonio que había habitado dentro de él en vida se lo llevó a los infiernos.

Antes de morir nombró sucesor a su hijo Abd al-Malik al-Muzaffar, lo que generó una guerra interna entre los sucesores de Hisham II y los de Almanzor.

Su cuerpo fue cubierto con el lienzo que sus hijas tejieron con sus propias manos y cuya materia prima procedía de la hacienda heredada de sus antepasados en Torrox, solar de su estirpe. Sobre sus restos colocaron un ladrillo fabricado con el polvo que, después de cada batalla contra los cristianos, sus servidores limpiaban de sus ropas. El cadáver, así dispuesto, recibió primera sepultura en la frontera, antes de ser trasladado a Córdoba. Según el historiador árabe Ibn Idari, los siguientes versos se esculpieron en mármol, a manera de epitafio:

Sus huellas sobre la tierra te enseñarán su historia,
como si la vieras con tus propios ojos.
Por Dios que jamás los tiempos traerán otro semejante,
que dominara la península
y condujera los ejércitos como él.


Fuente: Wikipedia.

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