Aves que adelantan o retrasan su ciclo migratorio, otras que cambian sus pautas reproductivas, adelantos en la floración de algunas especies... Son sólo indicios, pero según los primeros análisis que se están realizando y a falta de un estudio completo, el cambio climático está empezando a tener efectos sobre la flora y la fauna.
Y no hay que recorrer una gran distancia para constatarlos: los propios científicos de la Estación Biológica de Doñana (EBD) y de la Consejería de Medio Ambiente comienzan a detectarlos en determinadas especies animales y vegetales. El mejor ejemplo es el del ganso común.
Según explica el vicedirector de la EBD, José Juan Chans, “antes llegaba a Doñana a finales de septiembre y ha ido retrasando su llegada” debido al incremento de las temperaturas en sus países de procedencia, en el Norte de Europa. Así ocurre con otras especies procedentes de esa zona y de hecho en Zamora, en las Lagunas de Villafáfila, ha dejado de invernar el Anser fabalis mientras que en Holanda su población se ha incrementado notablemente, aunque en este caso no se sabe si responde únicamente a motivos climáticos o también está relacionado con una mejora de los espacios para estos animales en su hábitat de origen.
Los propios investigadores señalan que el factor humano se debe tener en cuenta en estos cambios y en ocasiones es difícil separar del mero efecto del clima, aunque teniendo en cuenta que cuando se habla de cambio climático se hace referencia a uno inducido por el hombre, más intenso por su acción.
Es ese cambio en las temperaturas el que ha provocado que especies como el abejaruco, que llega de África, adelante su venida a Doñana al llegar antes las temperaturas elevadas al centro de África de donde proviene, en un efecto sobre las aves del Sur contrario al del ganso, que retrasa su llegada puesto que el invierno comienza más tarde. O que especies como la espátula o las garzas estén comenzando a criar antes de lo habitual, ya que si la nidificación se hacía entre marzo y abril ahora se está adelantando a final de enero y primeros de febrero.
Son esos los indicios que hacen considerar a los biólogos y ornitólogos que los animales están cambiando su comportamiento debido a la modificación en las condiciones climáticas y lo harán aún más en un futuro de cumplirse las predicciones.
En el caso de Doñana, está demostrada la influencia que tiene el régimen de lluvias sobre determinadas especies, que vienen en una mayor cantidad cuando se incrementan las lluvias, como es el caso de la cigüeñuela, que ha llegado a oscilar entre los 100 y los 14.000 ejemplares. Según explica Jordi Figuerola, investigador de la EBD, “si se cumplen los modelos climáticos que auguran una disminución de las lluvias es de esperar que críen menos”. Y no sólo ellas, sino también otras especies que dejarían de llegar a la invernada y por el contrario otras que se quedarían, como la cigüeña, que cada vez emigra menos a África, aunque en este caso también pueda haber otros factores que han influido, como la extensión del cultivo de arroz en las marismas del Guadalquivir o el incremento del número de vertederos, que las han alimentado.
Lo cierto es que las condiciones climáticas están provocando cambios fenológicos en las poblaciones, tal y como se preveía. Y se trata de una reacción que va en cadena: la floración y la expansión de los insectos se adelanta y se produce una interacción entre los organismos: para las aves que se alimentan de insectos los picos de abundancia de los mismos se adelantan y no están acompasados con sus periodos de reproducción y cría, cuando los necesitan. Ahí podría haber otra explicación del adelantamiento del periodo reproductor en algunas especies, aunque tal y como se decía anteriormente, sus efectos están comenzando a estudiarse no sólo en España, sino en toda Europa.
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