
Cuando se dio la orden de encender la pira, cuenta la leyenda que una ráfaga de aire, levanto el vestido de la condenada, dejándola desnuda ante la masa popular que con diversión acogió tal hecho. Una joven sirvienta de la familia Guzmán, para evitarle la deshonra, se lanzó a las llamas para tapar así a su señora. Esa mujer se llamaba Doña Leonor Dávalos, y sus cenizas fueron enterradas en el mismo sepulcro que las de Doña Urraca. El lugar del hecho fue señalado con una cruz, en cuya base había una tinaja. De ahí que la calle, hoy en día se llame Cruz de la Tinaja.
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