La ciudad de Sevilla fue de las primeras ciudades que defendió el dogma de la Inmaculada Concepción. Esto ocurría en el s. XVII, pero aún sigue Sevilla en el mismo fervor concepcionista. El monumento a la Inmaculada, levantado a comienzos de este siglo en la Plaza del Triunfo, tiene en su base las estatuas de quienes a lo largo de la historia defendieron con más ardor el dogma concepcionista: Vázquez de Leca, Bernardo de Toro, Juan de Pineda y Miguel Cid.
Fue la Tuna de Peritos Industriales la primera en cantar la noche de la Inmaculada (el 8 de Diciembre) bajo el monumento. Por ello, el Cardenal Segura les impuso en el año 1952 un fajín blanco, que desde entonces forma parte de su atuendo y les distingue del resto de las tunas.
Con el tiempo, la noche de la Inmaculada se convirtió en una tradición para las Tunas de Sevilla. Más tarde, el Consejo de Tunas se encargó de regular esta tradición, ante la gran cantidad de público que acude esa noche a los aledaños de la plaza y, digámoslo, por la tremenda competencia que se estableció entre las tunas sevillanas por ser la primera en cantar a los pies del monumento.
Esa noche, desde las 12 horas en punto hasta bien entrada la madrugada, las canciones estudiantiles acompañan a la Madre de Dios que desde lo alto nos guía y nos ampara.
"...Y además Sevilla, le levantó un triunfal monumento para que, casi rozando el cielo, la cobijara y bendijera y así Ella gozara de alegría cada vez que de madrugada le rondara la universidad trovadora; la de capas negras con cintas de colores, demostrándole un inmenso amor con ofrendas de flores, al son de guitarras y bandurrias; porque la Inmaculada aquí, no sólo es Madre, sino novia de Sevilla. Los distintos nombres de la Virgen se viven en Sevilla como las horas del día, es decir, hay encuentros con María al amanecer, al atardecer, y otros, en la noche. " (Fragmento del pregón de las Glorias 2002 pronunciado por Antonio Fajardo Romero).
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