domingo, 3 de junio de 2007

Antequera


Antequera, entre los romanos fue próspera y llegó a convertirse en auténtico «anticuario» de elementos no sólo procedentes del pasado romano de la villa sino de otras cercanas: Singihá, Nescania, Aratispi. Los romanos estuvieron orgullosos de la ciudad otorgándole la dignidad de que fuese Municipio que por los días del viaje de Irving contaba con 8.000 cabezas de las especies yeguar y caballar, esos caballos que ya ante nuestro año alpino de 1995 sólo mantiene un poeta, José Antonio Muñoz Rojas, en su casería de «El Conde» en Alameda, la Astigi vetas de que habla Plinio. En el soneto de Manuel Machado no es sólo Córdoba la que es romana y mora: Andalucía entera participa del injerto ¡y vaya injerto!

Y mirando hacia atrás, para no perder el perfil de la Peña, se desemboca directamente en los retablos de las iglesias y de los conventos de Antequera con el dulce morisco del «quebienmesabe» pasando por el torno de las monjitas que mantienen la tradición de los conventos sevillanos que conocía Fernán Caballero y adelanta la tradición de los otros conventos granadinos, la tradición que saltó a tierras americanas de Nueva España o de Lima: otros inventos e historias que no acertaron a llevar al norte del Nuevo Continente los puritanos ingleses y que Irving «descubrió» en Andalucía como si su anfitriona no hubiese sido la marquesa de Arco Hermoso, sino la propia Sor Juana Inés de la Cruz, y varios siglos antes, cuando Quevedo y Góngora cruzan sus sonsonetes y sus conceptos a la América de los virreinatos.

En Antequera le recitarían a Irving romances de su Toma por las tropas cristianas y de la presencia que la ciudad tuvo en los avatares de la guerra de Granada cuando el moro que parte de Antequera para pedir ayuda al rey de Granada:

Por los campos de Archidona

a grandes voces decía:

–¡Oh buen rey, si tu supieses

mi triste mensajería,

mesarías tus cabellos

y la tu barba vellida!–

El rey, que venir le vido,

a recibirlo salía

con trescientos de caballo

la flor de la morería

...........

Dime, ¿qué nuevas me traes

de Antequera, esa mi villa?

...........

Mas sepa tu ral Alteza

lo que ya saber debería

que esa villa de Antequera

en grande prieto se vía,

que el infante don Fernando

cercada te la tenía


Y ante esas nuevas acude el rey de Granada a socorrer Antequera:

de San Juan era aquel día

cuando se dio la batalla

...........

Después dieron el castillo

los moros a pleitesía,

que libres con sus haciendas

el infante los ponía

en la villa de Archidona,

lo cual todo se cumplía;

y ansí se ganó Antequera

a labor de Santa María.



Antequera fue una presa decisiva en la ofensiva de las tropas cristianas sobre Málaga y Granada; el infante don Fernando de Antequera cruzó el arroyo de las Yeguas con esas frases que la historia consagra y fija: ¡Que nos salga el sol en Antequera, y que sea lo que Dios quiera! Ese es el Sol de Antequera inmortalizado como algo emblemático de la ciudad y el salir el sol por Antequera algo muy andaluz como el otro dicho de irse por los cerros de Úbeda: osadías impremeditadas a que tan dados son los andaluces. Antequera se convierte en centro de aprovisionamiento y de descanso de las tropas que saldrán de Córdoba para adentrarse en tierras y villas musulmanas; desde Antequera se conquista Alora, otra de las tomas de puntos emblemáticos:

Alora, la bien cercada,

tú que estás en par del río,

cercote el adelantado

una mañana en domingo,

de peones y hombres de armas

el campo bien guarnecido;

con la gran artillería

hecho te había un portillo

Viérades moros y moras

todos huir al castillo

las moras llevaban ropa,

los moros harina y trigo,

y las moras de quince años

llevaban el oro fino,

y los moriscos pequeños

llevaban las pasas y higo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y además, que Antequera formó durante 333 años (de 1500 a 1833) parte del reino de Sevilla.