sábado, 7 de julio de 2007

Pinos Puente


Y al llegar a Pinos Puente el viajero ha creído ver miradas hostiles en los ojos de sus habitantes. Quizá le habrán confundido con uno de los ocupantes del castillo de Belillos, que así se llamó en cristiano la audacísima vanguardia fortificada que Alfonso VI construyó en aquel lugar, a las mismas puertas de Granada, para hostigar a los últimos reyes taifas de la dinastía zirí, atenazados entre el poder norteño y el almorávide africano que acabaría por engullirlos.

Aclarado el equívoco, el viajero admirará mil años de piedra en el precioso puente califal que aún cumple su oficio en aquel punto de la ruta, donde un cerro mocho le indicará además el lugar de una importante ciudad íbero-romana en la que se encontraron tantas esculturas que el mismo cerro se llama De los Infantes.

Y será justo al atravesar el viejo puente cuando se cruzará con un jinete de facciones conocidas al que viene llamando a voces otro que se acerca al galope. Lo acaba de alcanzar y le ruega que vuelva, que la reina reconsidera su decisión y apoya su empresa de fletar tres naves para buscar las Indias por poniente. Con razón le era familiar aquel rostro apesadumbrado que acaba de mudar en alegre mientras hace girar a su cabalgadura.

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