lunes, 13 de agosto de 2007

La Iglesia de Santa Catalina


La Iglesia de Santa Catalina de Alejandría, es de estilo mudéjar de mediados del siglo XIV. Consta de tres naves con cubierta de armadura mudéjar, la cabecera se cubre con bóveda de crucería con nervaduras de ladrillo.

La portada gótica, a los pies de la nave principal, es también del siglo XIV pero procede de la iglesia de Santa Lucía; entre ella y la iglesia se encuentra el pórtico con arcos de herradura apuntalado en el muro lateral izquierdo y en el acceso a la nave mayor, enmarcado por un alfiz.

Esta iglesia es un interesante modelo de arquitectura mudéjar del siglo XIV. Aunque ha sido muy reformada posteriormente pueden contemplarse aún magníficos detalles de arte mudéjar en un ábside lateral y en la torre. La portada gótica que presenta la iglesia es también, del siglo XIV, pero es ajena a la misma, ya que procede de la iglesia de Santa Lucía, de donde fue desmontada para colocarse aquí en 1930.

El interior presenta tres naves que se cubren con artesonado mudéjar, excepto el presbiterio que lo hace con bóveda de crucería. El retablo mayor fue realizado por Diego López Bueno, de 1624 a 1629.


La primera capilla que se abre en la nave principal alberga un retablo barroco de mediados del siglo XVII. En la misma nave y junto a la cabecera del templo se levanta la capilla Sacramental, cuyo recinto es uno de los más hermosos testimonios del barroco sevillano.

Su arquitecto fue Leonardo de Figueroa, quien trabajó en su construcción en torno a 1721, diseñándolo con planta rectangular. El interior, de pequeñas proporciones, se adorna con profusión de yeserías y pinturas, y se cubre con una linterna octogonal. Al exterior esta linterna se levanta de forma airosa recubierto con cerámica vidriada policroma; la pequeña escultura de la Fe que remata esta linterna es obra de Miguel Quintero, quien la realizó en 1724.

En la nave derecha y a altura del presbiterio aparece una capilla, cuya entrada se cierra por una buena reja del siglo XVI. En el interior figura un retablo del siglo XVII con pinturas de la misma época, que representan la Asunción de la Virgen, en el centro, y San Pío V, San Gregorio, Santa Catalina y Santa María Magdalena, en los laterales.

La capilla de la Hermandad de la Exaltación está cubierta por una bóveda de paños sobre trompas, de estilo mudéjar, y va decorada por un zócalo de azulejos de mediados del siglo XVIII. La imagen del Stmo. Cristo es obra de Pedro Roldán, siendo posterior la de la Virgen de las Lágrimas. Las cuatro esculturas de ángeles pasionarios del paso de la Exaltación, así como las figuras de los dos ladrones que aparecen en el mismo fueron realizadas por La Roldana entre 1683 y 1684. A Pedro Roldán corresponden los relieves que adornan el mencionado paso. A los pies de la nave se sitúa el retablo de Santa Lucía, compuesta con elementos del primer tercio del siglo XVII. A la misma fecha corresponden los lienzos que alberga, siendo posterior la imagen de la titular, que presenta una policromía del siglo XVIII.

Muy abundante y con piezas documentadas es la orfebrería de la iglesia, destacando como pieza principal un sagrario de plata decorado con temas de rocalla, que se enriquecen con incrustaciones de piedras. Desde el siglo XVI, son muchos los historiadores y estudiosos que se refieren a la iglesia de Santa Catalina dejando constancia de hechos relacionados, unos con su historia material y otros con aspectos anecdóticos sobre la vida cotidiana en las inmediaciones del templo.

Ambos tipos de noticias quedan recogidos en los escritos de Morgado, quien por igual alude a los restos árabes del templo, que a la vida de una Beata que vivía en un emparedamiento, junto a los muros de la iglesia'. De cualquier forma, ya sean las noticias de una naturaleza o de otra, siempre ha sido un punto de referencia obligada en todos los textos su torre campanario.

Tanto por su decoración como por su estructura, se ha venido identificando con los alminares existentes en las mezquitas sevillanas. Incluso José Gestoso, a fines del siglo XIX, iba mucho más allá, al afirmar que la capilla de la Exaltación, adosada al muro oeste de la torre, tuvo que formar parte del antiguo mihrab de la mezquita.

Aunque no faltaba algo de razón a estos historiadores, en torno al origen islámico del templo, los estudios actuales permiten delimitar con exactitud como único resto de la primitiva mezquita a la obra de sillares que corresponde a la parte baja del campanario.

A pesar de que la mayor parte del antiguo alminar se encuentra soterrada, al haberse elevado el nivel del suelo, se aprecia su forma exterior cuadrada, mientras en el interior se desarrolla una escalera de caracol alrededor de un machón cilíndrico. Tanto por la singularidad de esta estructura como por la utilización de sillares dispuestos alternativamente a soga y tizón, pero sin guardar regularidad, podría datarse su construcción entre los siglos IX y X.

Las mismas características presentan los restos del alminar de la mezquita sevillana de lbn 'Adabbas, actual campanario de la iglesia del Salvador, edificado por el qadí Omar lbn 'Adabbas, del que toma su nombre, hacia los años 829-830. Igualmente, en la ciudad de Córdoba y siguiendo la misma disposición, se conservan los alminares de las actuales iglesias de San Juan de los Caballeros y de Santiago, que, junto al existente en la antigua mezquita de Almonaster la Real, en Huelva, serían prácticamente coetáneos al de Santa Catalina.


Para el resto del templo, dichas hipótesis sobre el origen islámico eran erróneas. No obstante, hay que señalar la existencia de una mezquita en esta zona, sobre la que más tarde se edificaría la iglesia de Santa Catalina. Dicha mezquita, situada en el barrio que posteriormente sería conocido como el Adarejo, se encontraba en las cercanías de la puerta norte de la primera cerca árabe de la ciudad.

Restos de esta muralla, construida a mediados del siglo IX, fueron al parecer localizados en 1721 al excavarse los cimientos de la capilla sacramental. Al ampliarse el recinto murario de la ciudad, la parroquia quedaría en las proximidades de la Puerta Osario, denominación que recuerda el cementerio de moriscos existente en sus cercanías, pues, tras la reconquista, la zona comprendida entre las parroquias de Santa Catalina y San Pedro sirvió de morería. El barrio fue siempre bastante populoso y de tránsito continuo, no sólo por la cercanía de las puertas de la ciudad, sino por encontrarse en los alrededores del templo la alhóndiga del trigo, así como un mercado y numerosos mesones. Además, la iglesia se encuentra al final de una larga calzada que, iniciada en la Puerta de la Macarena, ha servido tradicionalmente de escenario para las entradas de los monarcas en la ciudad, denominándose, por tal hecho, Camino Real.

La primitiva mezquita, al ser conquistada la ciudad por San Fernando, se convirtió en templo cristiano, tal y como sucedió con otras mezquitas sevillanas y en otras poblaciones arrebatadas al poder musulmán. Dicho edificio, bajo la advocación de Santa Catalina, aparece en los primeros repartimientos de la ciudad, siendo, por tanto, una de las primeras parroquias que fundara el entonces Arzobispo don Remondo de Losada. Dicha construcción estaría en uso, al menos, hasta 1356, fecha del terremoto que, entre las lamentables consecuencias que tuvo para la ciudad y su reino, derribó el yamur o remate de bolas musulmán de la torre, usada como campanario de la catedral hispalense. Como consecuencia del seísmo, la mayor parte de las antiguas mezquitas, convertidas en templos cristianos, tuvieron que ser reedificadas o sufrieron profundas reformas. Sería, pues, en esos momentos de la segunda mitad del siglo XIV cuando se levantase el nuevo templo de Santa Catalina.

Al igual que otras parroquias mudéjares de la ciudad, como Santa Marina, Omnium Sanctorum, San Esteban, San Marcos o San Vicente, sigue la tipología denominada por Angulo de iglesia parroquias sevillana. El templo, cuyo modelo surge como transformación de las iglesias góticas construidas en los primeros años de la reconquista, se compone de tres naves, separadas por arcos apuntados sobre pilares rectangulares, siendo la central más ancha y alta que las laterales. Sus cubiertas son estructuras de madera, en forma de armadura de par y nudillos, la central, y en colgadizo, las laterales. La cabecera está formada por una capilla poligonal con bóvedas nervadas, dispuestas en dos tramos, uno rectangular y otro poligonal. Al templo se accedía por tres puertas. La de los pies, fabricada en ladrillo y con arcos polilobulados entrelazados y enmarcados por un alfiz, difiere de la tipología habitual utilizada en los templos mudéjares de Sevilla, encontrándose más cercana a la tradición almohade.

No muy diferente a la anterior debió ser la portada abierta en el muro del evangelio, al menos eso se deduce de los elementos visibles en torno al amplio hueco adintelado hoy existente.

En cambio, la situada en la nave de la epístola, al dar acceso a un pequeño atrio, debió ofrecer siempre un tratamiento más simple. Actualmente está formada por un sencillo arco apuntado, realizado en ladrillo. Prácticamente a la vez que el templo se debió levantar la torre campanario que aprovechó como base los restos del alminar de época del emirato. En la fábrica mudéjar, para cubrir la escalera de acceso al cuerpo de campanas, fueron utilizadas bóvedas esquifadas rectangulares, ochavadas y de aristas, compuestas las últimas por dos cañones apuntados.

Exteriormente la torre presenta una interesante decoración, compuesto por paños de sebka y arcos ciegos polilobulados inscritos en alfiz, ornamentación muy mermada durante la restauración efectuada en Marzo de 1.881. Relacionada con la decoración de arcos polilubulados de la torre se encuentra la ornamentación del "redondillo", estancia irregular en forma de ábside semicircular y situada a los pies de la nave del Evangelio. Algunos años más tarde, hacia 1.400, en la nave de la Epístola y adosada a la torre, se construyó la actual capilla de la Hermandad de la Exaltación.

Ésta, siguiendo el modelo de las qubbas musulmanas, se resuelve como un espacio cuadrado, independiente del resto de la Iglesia, cubriéndose con una bóveda sobre trompas, ricamente decorada con labores de lacería. A la estructura mudéjar del templo de Santa Catalina se fueron adosando una serie de volúmenes correspondientes a otras capillas, mientras interiormente la fábrica de la iglesia se enriquecía con retablos y pinturas. Así, a finales del siglo XVI, en el colateral de la Epístola del presbiterio, la familia Carranza fundó la capilla que le servía de enterramiento. Cerrada mediante una reja fechada en 1.603, conserva un retablo de pintura presidido por la Asunción de la Virgen, mientras en los laterales aparecen San Pío V, San Gregorio, Santa Catalina y Santa María Magdalena, obra del siglo XVII, al igual que los azulejos que decoran sus paredes.

También al seiscientos corresponde la capilla del Rosario, situada en la nave del evangelio, que ofrece un interesante techo plano con yeserías de cartones recortados y zócalo de azulejos.


La capilla, que sería ocupada en 1741 por la Hermandad de Ntra. Sra. del Rosario, tras su separación de la Hermandad Sacramental, está presidida por un retablo del primer tercio del XVII, aunque reformado en el siglo posterior, con la imagen escultórica de la titular. Al último cuarto del seiscientos y relacionable con las obras de Fernando de Barahona, corresponde el retablo de Santa Ana con la Virgen, situado en la nave de la epístola, cuyas imágenes pertenecen al XVIII.

Al siglo XVII pertenece el retablo de Santa Lucía, cuya imagen presenta policromía del setecientos. La escultura procede de la antigua iglesia del mismo título, cerrada en 1868 por la Junta Revolucionaria.

Durante el setecientos se ubicó en el hastial de la nave de la epístola el retablo de Ntra. Sra. del Carmen, denominado así tras la colocación, en su única hornacina, de la imagen que le da título, obra de José Gutiérrez Cano realizada en 1867.

En el mismo siglo XVIII, se realizaron dos obras que cambiaron la fisonomía del templo, cuales fueron la remodelación de la capilla mayor y la edificación, en la cabecera de la nave del evangelio, de la capilla sacramental, estudiada en otro capítulo de esta obra.

Ambas fueron costeadas por la Hermandad del Santísimo Sacramento y Ánimas del Purgatorio, sirviendo la primera "para en las funziones que se ofrezen, colocar con toda dezencia el Santísimo Sacramento". Iniciada en 1701, no será terminada hasta dos años más tarde, remodelándose el presbiterio por razones litúrgicas, a la vez que se construyó un camarín adornado con yeserías.

El encargado de realizar las trazas y dirigir las obras fue el maestro mayor de la catedral, José Tirado. Con motivo de tales obras se alteró el retablo mayor, realizado entre 1624 y 1629 por Diego López Bueno, donde, en lienzos, se narra la vida y martirio de Santa Catalina. Dicho retablo se completa con las esculturas de San Pedro, San Pablo, San Juan Evangelista y San Sebastián. Tanto las yeserías del camarín como las piezas incorporadas al retablo, así como los nervios de la bóveda del presbiterio y el nuevo monumento fueron dorados y estofados por José López Chico. Las obras se dieron por terminadas al colocar la nueva escultura de Santa Catalina en el retablo.

También durante el seiscientos, la capilla mudéjar, al ser cedida a la Hermandad de la Exaltación, se adornó con un zócalo de azulejos, de motivos de puntas de diamantes. En este recinto quedó expuesta al culto la imagen del Crucificado de dicho título, obra de Pedro Roldán.

A su hija María Luisa, "La Roldana", se deben las esculturas de los dos ladrones que forman parte del paso de misterio, reformado, ya en el siglo XX, por Emilio Pizarro de la Cruz, Ricardo Comas Fagundo y Juan Abascal. También pertenecen a La Roldana los cuatro ángeles pasionarios situados en el altar de la capilla y que ocupan los ángulos del paso procesional de la cofradía.

Junto a las obras de estas capillas, la documentación escrita y gráfica existente aporta una serie de noticias de otras intervenciones, hoy desaparecidas, que modificaban radicalmente la fisonomía del templo. Al contrario de lo que se pudiera pensar, la iglesia de Santa Catalina no se encontraba aislada, sino embutida en una serie de edificaciones que prácticamente la rodeaban.

Así, la única fachada completamente visible del templo era la correspondiente al muro del evangelio, que se abría hacia la plaza de Santa Catalina, actualmente, de los Terceros. Además, sobre la capilla del Rosario, se alzaba una construcción, usada como sala capitular, a la que se accedía por una escalerilla, ubicada en el interior del redondillo. Por otra parte, en el muro del presbiterio, por su parte exterior, se situaba la capilla de Nuestra Señora de las Ánimas, un retablo callejero cuya noticia más antigua data de 1598.

No obstante lo expuesto, la principal diferencia entre el aspecto actual de la iglesia y el que ofrecía hace algunos años se debe a las edificaciones que se adosaban al templo por su flanco sur. Se trataba de una serie de dependencias de la parroquia y de varias viviendas que tenían acceso por una calle que, iniciada en la plaza de la Paja, se prolongaba hasta su unión con la calle Santiago, tal y como se recoge en los planos de la ciudad de fines del XVIII y principios del XIX. Otras edificaciones se apoyaban en la iglesia, ocultando incluso parte de la fachada principal. Delante de ésta, adosado a la fachada mudéjar, existía un pórtico rectangular, parecido al que cobijaba, en la iglesia de San Pedro, la portada de la epístola. En algún momento del siglo XVII, tuvo que ser cerrado, colocándose en el mismo un arco de medio punto decorado "con molduras sencillas... que componen dos medias pilastras con un arquitrabe y un frontón cargado de tres estípites sencillísimos, ornamentación que no es completa, porque la casa que en el atrio insiste (sic) la corta en parte".

Las reformas urbanas efectuadas en el sector y las obras de restauración del templo, realizadas a fines del siglo XIX y principios del XX, harán que la iglesia de Santa Catalina pierda todas las edificaciones que la rodeaban. La primera restauración de la que se tiene constancia es la realizada en la torre, a iniciativa del párroco, durante el año 1881. El resultado de dicha intervención se desprende de las palabras de José Gestoso: "los que tuvimos la suerte de haber conocido este monumento antes de estas obras y después el pesar de contemplarlo despojado de ciertos ornatos, tan bellos como característicos de la arquitectura almohade, no podemos menos que lamentar una y cien veces la pérdida de aquellos que tan notablemente lo avaloraban á los ojos de arqueólogos y artistas".

Dicha restauración viene a coincidir con un período de especial valoración del arte mudéjar en todo el país, que en Sevilla se vio acentuado no sólo por el importante conjunto de edificaciones de dicha estética existente, sino por la presencia de los Duques de Montpensier residiendo en el Alcázar, lo que obligó a intervenir en el propio palacio. Esta actuación propició el que se restauraran otros edificios mudéjares, conforme a las recomendaciones de la Comisión Provincial de Monumentos, con José Gestoso en la presidencia. Es el momento en que se restauran las iglesias de San Marcos, San Andrés o San Lorenzo, entre otras.

Las obras de remodelación urbana emprendidas por el Ayuntamiento a principios de la centuria van a ser las promotoras de que, el 5 de septiembre de 1912, Santa Catalina sea declarada Monumento Nacional, salvándose de la piqueta demoledora que, en 1868, había derribado la iglesia de San Miguel. A pesar de ello, la sombra del derribo permanecerá en la década de los veinte, debido, entre otras circunstancias, a la especulación del suelo y al mal estado del edificio. Prueba evidente de cuáles eran las verdaderas intenciones de los capitulares fue la reiterada desatención a las solicitudes de la Comisión Provincial de Monumentos, cuando se detectaron grietas en algunos arcos de la nave central. Actual portada occidental, procedente de la iglesia de Santa Lucía.

Los reparos necesarios, "colocación de dos tornapuntas y el encimbrado de unos de los arcos de la nave con reparación de la cubierta de la misma nave y parcheos interiores de los muros" corrieron a cargo del arzobispado de Sevilla. Años más tarde, en 1.919, el arquitecto sevillano Francisco Javier Luque sería el encargado de realizar las obras de restauración del templo.

Durante el reconocimiento previo realizado por Luque a la Iglesia, se descubrieron parte de los arquillos ciegos del "redondillo", así como otros vestigios de la arquitectura sarracena y mudéjar de singular interés", en el imafronte de la fachada, en el cuerpo inferior de la torre, en la capilla de la Exaltación y en el muro de la epístola. El proyecto de restauración se articulaba en dos fases, realizándose en la primera las obras urgentes de consolidación y, posteriormente, las propias entendidas como de restauración.

Entre las primeras se encontaban el saneamiento del "redondillo", eliminando la arqueta de agua que estaba adosada a su muro exterior, la escalera de su interior, así como la sala capitular, que habían ocasionado el hundimiento de parte de la cimentación y el desplome de la pared. También se encontraban dentro de las obras de emergencia, la demolición del pórtico, así como la del imafronte del templo, que había cedido por el empuje de las arcadas y los movimientos del terreno. Entre las obras de restauración, además de sacar a la luz los restos más antiguos del edificio, se encontraban aquéllas encaminadas a devolver a la torre su apariencia original, perdida en la restauración de 1.881. Declarada Bien de Interés Cultural (BIC) en 1912.

A pesar de que la Comisión Central de Monumentos de Madrid dio el visto bueno al proyecto, no se realizó por completo, ya que el pórtico siguió en pie al menos hasta 1.930. En 1.926, cuando Juan de Talavera redacta su proyecto de restauración de la Iglesia, aún permanecían algunas casas adosadas a la nave de la epístola del templo. Éste era partidario del derribo del pórtico, aunque habría que esperar hasta que se derribaran todas las casas adosadas al edificio, para observar los movimientos de la fábrica una vez libre de edificaciones. Para contrarrestarlos y conservar la fachada mudéjar del templo, en contraposición a la propuesta de Luque que incluía su derribo, se reforzaría con la construcción de un nártex delan- tero, lo que permitía dejar visto el primitivo arco de ingreso al templo, así como los arcos ciegos que adornaban el imafronte.

En el informe mandado a la Comisión Central de Monumentos, además de especificar tales obras, se solicitaba permiso para colocar en el nuevo nártex la portada de la antigua iglesia de Santa Lucía. Los argumentos esgrimidos respondían a razones de carácter estético y de conservación. Aquellos incidían en el carácter mudéjar de la iglesia de Santa Catalina, por lo que no se desvirtuaría al colocársela la portada de otro templo de las mismas características. Además, la nueva portada enriquecería aún más el valor y la importancia de la parroquia, en contraposición a la portada existente cuya valoración "artística es nula".

El 2 de julio de 1926, la Comisión resolvía favorablemente al proyecto, aunque se tuvo que esperar cuatro años más para ser realizado. La portada de Santa Lucía quedó instalada en el nuevo nártex de la iglesia de Santa Catalina en 1930, como reza una placa colocada con motivo de la terminación de las obras. Las restauraciones efectuadas en los últimos años no han hecho más que solucionar problemas puntuales surgidos en el edificio, como la restauración de las cubiertas, realizada en la década de los setenta por Rafael Manzano Martos. A pesar de ello, el actual estado del edificio necesita de un proyecto integral de restauración, como el concluido en la Capilla Sacramental en 1997.

Desde el año 2002 la parroquia venía sufriendo desperfectos ocasionados por las lluvias, que calaban el templo, produciendo humedades interiores y exteriores en el templo. En el 2003 un estudio también descubrió la existencia de termitas, problemas en las instalaciones eléctricas, hundimiento del suelo y la destrucción de la fachada por la contaminación que produce el tráfico. Todos estos factores han ocasionado que en junio de 2004, las hermandades que habitaban el templo hayan tenido que abandonarlo, cerrándose la iglesia al culto, desconociéndose cuando se volverá a abrir.

Fuente: http://www.artesacro.org

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