Quizás, porque ser emigrante deja huellas profundas en quienes han sufrido el desarraigo; como pocos, los andaluces abren los brazos a las corrientes que vienen de fuera...
No importa la legislación. Saben que para el mejor control y beneficio de todos la llegada de los emigrantes que arriban hoy a su tierra debe estar regulada: encausada por ordenanzas, que no siempre resultan simpáticas; pero hay una tradición de hospitalidad que es imposible relegar.
¿Pero de dónde viene esta tradición de hospitalidad de los andaluces?
Hoy por hoy esta tierra de promisión atrae como el maná, sin embargo el presente no le hace olvidar la tristeza de quién ha visto partir a sus hijos.
Desde la segunda mitad del siglo XIX y hasta la década de los ochenta del siglo pasado se contaron por miles los que dejaron su tierra. Falta de trabajo, persecución política, etc. Distintas causas para un mismo nombre: hambre. Hambre físico o hambre espiritual. Lo que ha impulsado siempre la aventura de los emigrantes.
Las sequías de 1866, 1882 y 1887; el colapso de la incipiente actividad industrial entre 1888 y 1891 incrementaron el número de andaluces que buscaban horizontes fuera de las fronteras de su tierra.
Actualmente dos millones y medio de andaluces viven fuera de la Comunidad.
Pero no sólo hacia el Nuevo Mundo u otras regiones españolas habría de encaminarse este éxodo. En un lugar sin expectativas, las posibilidades de mejor vida que ofrecían las regiones industriales de Europa y la apertura que los países hacían a la mano de obra sin especialización proveniente de Andalucía lograron que los números se dispararan en una carrera desenfrenada.
Entre 1960 y 1973 las cifras de emigración resultan impresionantes, al extremo de poder hablarse de un casi agotamiento de la reserva demográfica. En este periodo de 13 años 788.000 andaluces se trasladaron a Cataluña, 250.000 lo hicieron a Madrid y 171.000 a Valencia.
Otras comunidades españolas recibieron también importantes contingentes de andaluces: 50.000 el País Vasco y otro tanto Baleares y 600.000 cruzaron la frontera rumbo a Francia; a Suiza llegaron 300.000 y 200.000 a Alemania.
Los 100.000 que se embarcaron rumbo a América eran, en su mayoría exiliados políticos, incomprensible estigma que se sumó al dolor del desenraizamiento.
Hoy día, cuando muchos emigrantes de entonces regresan, cuando otros añoran su tierra, en una época en que pocos son los que se van por necesidad apremiante, la cultura andaluza está representada en más de cuatrocientas asociaciones repartidas por el mundo.
Por todo esto, quisiera dedicar la entrada de hoy a todos esos andaluces y andaluzas que un buen día tuvieron que dejar su tierra para buscar mejor fortuna en otro lugar.
A todos esos emigrantes que recuerdan con nostalgia a su tierra amada...
Para los que añoran con volver a pasear entre casas blancas de cal y balcones cubiertos de geranios.
Manantial de luz y color.
Para aquellos que al llegar Semana Santa recuerdan a su Cristo muriendo en la Cruz; incienso, silencio, esa saeta bajo un cielo teñido de azul.
Para ti que sueñas con volver a este rincón del mundo llamado Andalucía, en donde la sombra tiene una luz diferente.
Donde las calles se estrechan.
Donde te susurran las fuentes.
Donde el aire es un grito con dolor a azahares.
Donde mecen los latidos un compás de cantares.
Donde la primavera lleva un lirio en la sangre.
Para aquellos andaluces que nunca perdieron su acento, el viejo acento del Sur.
Para toda esa gente sencilla, que trabaja y sabe vivir.
Para todos aquellos que estén donde estén presumen orgullosos de ser andaluces.
Esta entrada va dedicada con todo mi afecto a todos vosotr@s...
1 comentario:
Bellísima entrada, amigo Javi. En estos tiempos que corren, creo que siempre es bueno echar la vista atrás y recordar de donde venimos y quienes hemos sido hasta hace poco.
Si todo el mundo leyera esta entrada y se sentara a reflexionar, posiblemente se aliviarían algún que otro problema.
Saludos y de nuevo, mis felicitaciones por la entrada.
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