domingo, 13 de febrero de 2011

Las cien mil historias de San Luis

En julio de este año terminarán las obras de restauración que se llevan a cabo en la iglesia de San Luis de los Franceses, uno de los más importantes y espléndidos monumentos del barroco europeo, que pasará a formar parte de un circuito turístico con reutilización de sus espacios como salas de exposiciones, conciertos y proyectos culturales de variada índole, y que ha revelado zonas muy poco conocidas como una cripta bajo la iglesia, con planta de dimensiones exactamente iguales a ella, cuya única referencia escrita data de alrededor de 1830, algunos restos islámicos aprovechados para su cimentación, que condicionaron su construcción de atrás hacia adelante y su encajonamiento en la calle, y doscientos enterramientos, la mayoría del siglo XIX.

Esta monumental construcción ligada indeleblemente a los jesuitas, que pusieron sus cimientos en 1699 y permanecieron en ella hasta su expulsión en 1767 y que volverían a ella en 1817 hasta que se extinguió la Orden en 1835, pasó en su larga historia por acoger un seminario clerical, ser sede de franciscanos, hospicio de religiosos ancianos y pobres en la invasión francesa, hospicio provincial, residencia-escuela de benefiencia durante la II República, colegio de sordomudos, Escuela de Artes Gráficas... teniendo otros usos variados en sus 240 años de vida, a lo largo de los cuales se ha mantenido prácticamente intacta, conservando su magnificencia exterior e interior, con retablos, pinturas y ajuar religioso, también en gran parte gracias a la intervención de consolidación que realizara en 1947 Alberto Balbontín.

Ahora, estos trabajos de recuperación van descubriendo las cien mil historias que esconde aún tras sus muros este conjunto monumental, que pertenece a la Diputación desde 1830 y que fue concebido por los jesuitas como «un aparato grandioso de escenografía para novicios con el objeto de moverlos a la piedad. Es un gigantesco relicario», dijo ayer el arquitecto de la obra, Fernando Mendoza, por cuyas manos ha pasado también la Colegiata del Salvador.

Esa es la primera impresión que hasta el momento han percibido sevillanos y visitantes al entrar en la iglesia de San Luis, un templo desacralizado en el que se produce un «milagro de multiplicación de espacios» gracias a la magia de su artífice, el arquitecto Leonardo Figueroa, como resaltó Mendoza. Hoy permanecen el retablo protegido y en breve se iniciará la restauración de los murales hacia las cornisas.

Fernando Mendoza, y la diputada provincial de Cultura, Guillermina Navarro —que llevaba en su cartera este proyecto como prioridad al acceder al cargo—, acompañados de otros expertos en la recuperación del monumento y en su estudio, encabezaron ayer una visita guiada para conocer el estado de las obras, que también están dejando al descubierto curiosidades tales como un harmonio inglés descubierto en la Capilla Doméstica del Noviciado jesuita, varios confesionarios o incluso un paso de Semana Santa, pasando por la solería original de la iglesia, los anclajes originales que permitieron asentar el andamiaje de la cúpula, una pequeña escultura de San Estanislao... o arcos y ventanas tapiados que comunicaban zonas del Noviciado.

Pero, sin duda, uno de los espacios más interesantes y menos conocidos de San Luis es la cripta, «una maravilla técnica con sistemas constructivos de chiste», en palabras de Mendoza, ya que se hizo moldeando el terreno para formar la cimentación, donde se vertió una gruesa capa de cal que permitía a los albañiles trabajar desde arriba para construir la bóveda, algo insólito, sobre todo porque la capa freática es muy baja.

En esta magnífica cripta, concebida con una zona central y cañones con columbarios, que contiene trazas de muros romanos, algunos pozos medievales y una tumba tardoromana, el arqueólogo Marco Antonio Gavira, encontró a menos de un metro fosas de inhumaciones y halló bajo el altar mayor el enterramiento de una mujer de mediana edad, que probablemente, por su ubicación, tendría gran relevancia en el edificio. Gavira explicó que los enterramientos no tienen disposición homogénea, incluso hay dispuestos en espiral, el tratamiento poco cuidado en las inhumaciones infantiles, el descubrimiento de medallas y alfileres para sujetar las mortajas... En el recinto, en total, entre la cripta y tres osarios se han hallado 200 esqueletos, la mayor parte de personas de edad, aunque hay también de fetos y adolescentes. Ahora, estos restos están en manos de los antropólogos Marta Díaz-Zorita y Juan Carlos Pecero, quienes determinan el sexo, la edad, la complexión y las patologías de los mismos.

Otro espacio de gran interés que está siendo tratado es la Capilla Doméstica, en cuyo entorno hay vestigios del antiguo palacio mudéjar, aprovechado para la traza del Noviciado y restos de obra del siglo XIV. En esta capilla hay un espléndido retablo de obra, y por tanto no desmontable, con cristales que permite ver su sacristía y viceversa.

Fuente: ABC.

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