Por ese entonces, existía un mercader que decidió poner una tienda de especias en dicha calle. Tras unos meses, el negocio iba mal pero él resistía...
Un día ya desesperado, el judío empezó a blasfemar y a decir todo tipo de improperios a Dios, al que culpaba de todos sus males y, sobre todo, de que el negocio fuese mal.
Por allí pasaba un cristiano que oyó como blasfemaba el judío. Éste se acercó a él y le reprochó: "No debes de culpar a Dios de tus desdichas, ya que Él te ha dado mucho, y debes de estar siempre agradecido".
El judío, después de oír los reproches que le había hecho, se arrepintió y empezó a llorar. Poco a poco, de cada lágrima empezaron a brotar del suelo plantas de pimienta y de ahí se dice que la calle se llama Pimienta, la cual la podéis ver, como os he dicho, en el Barrio de Santa Cruz.
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