
Un día, un esclavo, se presentó ante las autoridades de la ciudad, diciéndoles que sabía la causa de las desapariciones, pero que solamente lo diría si se le concedía la libertad, a lo que se accedió. El esclavo les condujo a una de las alcantarillas de dicha calle, cercana a la Cárcel Real, y se introdujo en ella, mostrándoles el cadáver de una inmensa serpiente, en cuyo alrededor había cuerpos y esqueletos de niños. De ahí que desde entonces la calle se llame Sierpes.
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