jueves, 6 de diciembre de 2007

Las Reales Atarazanas


Construidas en 1252 por mandato del rey Alfonso X el Sabio, constituyen junto a la Giralda y la Torre del Oro, parte del Patrimonio Histórico emergente más antiguo de Sevilla.

Muchas han sido las funciones de estas dependencias, tan antiguas como interesantes. Tras pasar a ser propiedad de la Junta de Andalucía, en 1993, y hasta 1995, la Consejería de Cultura realiza en ellas varias rehabilitaciones, descubriéndose su espacio base y ordenándose sus recorridos para la visita pública del edificio.

El aspecto formal que presenta­ban al Arenal de Sevilla era el de un frente industrial abierto para la entra­da y salida de los barcos. Fue su acti­vidad como astilleros la que provocó su transformación, trasladándose a la primera nave la pescadería, que hasta entonces estaba ubicada en la céntrica Plaza de San Francisco.

En 1641 comienza una nueva etapa de actuación, realizándose obras en cinco de sus diecisiete naves, para transformarlas en el Hospital de la Santa Caridad, cuya cofradía se reu­nía desde 1578 en una capilla consa­grada a San Jorge, con la finalidad de recoger los cadáveres de ahogados y ajusticiados.


El primer asentamiento de las dependencias artilleras en las Atarazanas se remonta al año 1587, en pleno reinado de Felipe II. Sin embargo, no es hasta 1719 cuando se dis­ponen cinco naves para el almacenaje de artillería. Unos años más tarde, en 1762, se inician las grandes reformas del Cuerpo de Artilleda, que influirán definitivamente en el futuro de las instalaciones. De hecho, tan sólo hay que esperar un año para que se dé el primer impulso importante al edificio, destinado a que en Sevilla se cuente con un depósito de carruajes y pertrechas para suministrar a las tropas, que acabó traduciéndose en una ampliación de la capacidad de los talleres y almacenes, con la anexión de dos naves más, que completan las siete actuales.

En 1782, las Maestranzas de Cádiz y Málaga se refunden en las de Sevilla, quedando ésta como abaste­cedora única de Andalucía y Extremadura y, un año más tarde, también de las Américas Españolas. Esto provoca una nueva ampliación, materializada en una operación arquitectónica que configura el edificio tal y como lo encontramos hoy.

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